Activo modo vacaciones, y eso implica marcar distancias con la cotidianeidad profesional, y hacer hueco a una cierta intensificación de la familiar, para mí, más que deseada. La mejor manera de hacerlo es NO escribir un post. Y una opción para mantener el blog sin escribir es rescatar algo del pasado.
Y es que una vez tuve un blog en el que escribía cosas. Me dispongo a pasar mucho tiempo con mis hijos, y qué mejor manera de celebrarlo que recuperar una de mis antiguas entradas en las que mis hija mayor es protagonista:
...Probablemente haya pocas cosas tan gratificantes como comprobar que tus hijos van adquiriendo la capacidad de desarrollar pensamiento creativo y complejo, a partir de las relaciones que establecen entre los hechos, las personas, las cosas y el tiempo.
A menudo nos sorprenden con preguntas preñadísimas de una lógica totalmente virgen, libre de etiquetados, de ideas preconcebidas y de fórmulas efectocausales de las que muy rara vez conseguimos librarnos los adultos.
Es una de mis conversaciones nocturnas con Paula, a esa hora en la que atrás han quedado los minutos de juego y algo de televisión, y sus cuatro años ponen rumbo a la cama, no sé si por el sueño, o por el silencio de su cuarto donde no hay interferencias acústicas. Lo que sí sé es que es la hora del ingenio. La hora en la que su lógica virgen y libre se desata.
-¿Los demás países también están en La Tierra o sólo España?.-
-No, en La Tierra están todos los países.-
Vuelca de nuevo su mirada sobre el atlas que le estoy mostrando, luego mira hacia la pared durante un segundo, como buscando inspiración en el blanco del paramento para atacar de nuevo...
-¿Y en los demás planetas no hay nadie?.-
-No, nadie.-
A veces hay que saber cortarse. No creo que sea el momento de hablarle de que hay gente que defiende la existencia de seres de otros planetas. Sin duda ella se ha decepcionado con mi respuesta. Lo sé porque se ha quedado mirándome fijamente. Cuando le satisface la contestación, gira la mirada, busca otro punto de atención, en otras palabras, se relaja como para deglutir el concepto adquirido. Pero en este caso no. Sus ojos se han quedado fijos en los míos, como trastornados por lo inesperado de mi constestación. Sus pupilas sólo cambian de posición levemente, excrutando cada palmo de mi rostro, buscando quizás algún gesto en mis músculos faciales que le haga completar la información por la vía de lo no verbal, o tal vez intente descubrir si le estoy ocultando algo.
-¿Y entonces... para qué sirven los otros planetas?.-
Esto empieza a complicarse. No creo que estas preguntas difieran mucho de las que yo hacía, o de las que hace cualquier otro niño de su edad. Me pregunto qué podían responder mis padres a esto con muchos menos estudios que yo... En estos casos sólo cabe la huida hacia adelante. Si te atacan, ataca tú, de modo que le respondo con otra pregunta:
-¿Y tú?. ¿Tú para qué sirves?.-
Silencio. Leve sonrisa. Sorpresa ante pregunta inesperada. Sonrisa sonora que interrumpo a conciencia:
-Dime Paula... ¿Para qué sirves tú?.-
Sin dejar de soneir, pero desviando la mirada de nuevo hacia la pared, medita su respuesta. Creo que he ganado la batalla. He conseguido desviar la incómoda pregunta. Pero su respuesta me paraliza las neuronas:
-Pues... yo sirvo para hacerte preguntas de planetas...¿Para qué sirven los otros planetas si allí no vive nadie?.-
Y sus ojos vuelven a clavarse en los míos. Ahora soy yo el que mira hacia la pared, el que se tiene que detener a buscar inspiración en las burbujitas del gotelé. No iba a ser tan fácil librarse de tanta inquietud pueril.
-Pues... sirven... para... mantener el equilibrio del sistema.-
Lo he hecho demasiado complicado, lo sé. Pero es lo primero que se me ha ocurrido. No estoy mintiendo, a veces mentimos con tal de buscar una respuesta que ellos puedan entender. No lo veo necesario. Ahora preguntará qué es equilibrio.
-¿Equilibrio qué es...?.-
-Los planetas donde no vive la gente son como el Colacao, que solos no sirven para nada, pero cuando se lo pones a la leche está mucho más buena.-
Sonríe una vez más y me mira fijamente.
-¿Los planetas están hechos de Cola-Cao?.- Sonrisa sonora.
-Sí... de Cola-Cao...anda, buenas noches.-
No sé si hoy soñará con planetas de colacao, o con los Reyes Magos, pero lo cierto es que cuando observo el pensamiento libre de ataduras de los niños, echo de menos un poco de lógica pueril en los adultos.
Habría que volver a obtener la capacidad de cuestionar la realidad hasta sus últimas consecuencias, y evitar así la vulnerabilidad ante los mensajes que nos abocan a la atrofia del conocimiento basada en un mundo sin escalas de grises.
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